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Aquí nacimos, aquí crecimos, aquí están nuestras raíces, nuestros recuerdos, nuestros seres queridos, aquellos que se fueron ...
Sus calles empedradas, testigos mudos de nuestra infancia. Sus viejas casas, hoy vacías o derruidas por el paso inexorable del tiempo, antaño hogares cálidos de reunión familiar en torno al rito anual y ancestral de “la matanza del cerdo” que nos anunciaba el inicio de las navidades, emoción infantil no contenida, colchones de lana mullida con cobertores espesos, olores, colores, momentos irrepetibles llenos de imágenes guardadas en nuestras retinas, el recuerdo de aquellos que se fueron ayer y que tanto echamos de menos hoy.
La Tahona, El Mirador, La Vieja Estación del Tren, unidad de tiempo mientras estaba en servicio porque sabíamos la hora que era al escuchar los pitidos del "correo" o del "rapidillo", la parada de "la viajera" (la camioneta que nos llevaba a Don Benito y a Villanueva), La Laguna y sus leyendas, El Castillo “inexpulgable” para nosotros, los niños ....
La Ermita de San Antonio donde me bautizaron y de la que tomé el nombre, el viejo zapatero remendón trabajando y sonriendo en la que hoy se llama "Casa del Intendente de la Orden", el Bar de "El Rata" en la plaza del Barrero, donde también estaba antaño la telefonista de pueblo a donde bajaba todo el mundo a poner o recibir "una conferencia", la dulcería con ricas perronillas y calentitos hornazos recién hechos ...
Sus fiestas, "Los Santitos" ... la Romería ... Los Remedios ... citas anuales de encuentro familiar, elementos de reunión perdidos en el tiempo ...
D. Enrique y Dña Agustina, que eran los "ricos" del pueblo, los "señoritos", pero que me permitieron jugar en su casa con mucho cariño mientras mi abuela servía allí junto a mi madre, la Taberna de "La Churrilla" (a 10 metros de mi casa), amor platónico de niño de seis años, los churritos recién hechos frente a la Ermita de San Antonio, envueltos en papel de estraza o cogidos con un junquillo, guardados en la cesta de mimbre de mi abuela para llegar calentitos a ese café de puchero … tostadas de hogaza puestas sobre las ascuas ardientes de la chimenea que con cariño dejaba listo el abuelo, el brasero de picón siempre calentito debajo de la “salla” de la mesa para que no pasásemos frío los niños ... la Calle Alelías número 5, donde vine al mundo un 25 de mayo a las doce de la mañana ...
La vieja cárcel con tantas historias cercanas guardadas entre sus muros y con su enorme reloj de fachada testimonial y silente, Los Mártires, donde íbamos de niños los primos a “cazar” serpientes y lagartos, los Dólmenes Prehistóricos, alguno hoy en el Museo Arqueológico de Madrid, sus pinturas rupestres conservadas perfectamente, la ocupación árabe, su historia medieval, el priorato, la Orden de Alcántara, la guerra civil maldita, experimento fraticida de un momento gris en nuestra historia.
Sus gentes sentadas a la puerta de los hogares al atardecer ... contemplando el paso de los dias .... cae la arena del reloj, sin darte apenas cuenta porque el tiempo ... el tiempo aqui no existe.
Sus inviernos gélidos y sus veranos abrasadores, las cigüeñas perennes, el olor de la siega, el canto de las cigarras, el graznar de los cuervos en la Tahona, inquilinos del Torreón del Castillo, el suave rumor del viento, el profundo silencio … silencio hasta que te duelen los oídos.
Los recuerdos se amontonan …
La sonrisa de mi abuela cuando la traía un helado de los que tanto la gustaban al caer la tarde, el guiño de complicidad de mi abuelo al que admiré como a nadie lo hice jamás y que liaba sus celtas cortos sin boquilla a la puerta de la casa cada atardecer mientras me contaba historias de “la guerra”, nostalgia del cariño verdadero .... corazón herido ... infancia olvidada ... recuerdos vivos ... aquí quisiera morir, aquí quisiera dormir eternamente, llevando mis cenizas el viento, desde la ladera de mi alma, un alma rota porque el tiempo me robó mi niñez, un alma rica en experiencias vitales, un alma pobre en rencor e ira, un alma tranquila porque sabe lo que quiere y lo que espera …
Magacela … es principio y es fin.
Pronto, muy pronto …